Pilar Pequeño
Madrid, 1944.
Desde muy temprano inicia una intensa relación con el dibujo. En 1961, ya en la universidad, conoce a José Puga, que más tarde será su marido, y que es quien la introduce en la fotografía, tanto en los aspectos técnicos como en el lenguaje propio de ese medio de creación.
En 1965 entra a formar parte de la Real Sociedad Fotográfica; allí conoce a grandes fotógrafos, como Gabriel Cualladó, Paco Gómez… y a otros que como ella en aquel momento estaban empezando, como Juan Manuel Castro Prieto, José María Díaz Maroto, Antonio Tabernero…
Desde 1975 a 1977 reside junto a su familia en Estados Unidos, donde recibe clases de dibujo.
A partir de 1979, a fin de profundizar en el dibujo, asiste durante dos años al estudio del pintor Justo Barboza.
Durante un tiempo compagina el dibujo y la fotografía, trabajando indistintamente en uno y otro medio. En 1982 se decide por la fotografía, iniciando su primera serie Paisajes, donde el agua, que estará presente en toda su obra posterior, aparece en forma de ríos, arroyos, niebla…
Un periodo muy importante para su formación es cuando ese mismo año José Puga, junto con Rafael Roa y Rafael Ramírez, abren en Madrid la Galería Image. Con las exposiciones se celebran coloquios con la presencia de los autores. De ese modo conocerá a los que exponen en la galería: Humberto Rivas, Toni Catany, Manolo Laguillo, Eva Rubinstein… y también a Luis Revenga, en aquel momento crítico de fotografía del diario El País y que luego será comisario de muchas de sus exposiciones. En la galería recibe los cursos «Sistema de zonas» y «Revelado de alta calidad. Copia de museo».
Entre 1982 y 1990 realiza su primer trabajo de plantas, Invernadero. Son tomas muy cercanas en las que juega con esa proximidad, con la fragmentación de la escena y con la visión distorsionada de las plantas a través del plástico para producir la ambigüedad y la capacidad de sugerir, que hace que las imágenes rocen la abstracción.
De 1985 es su serie más corta, Hojas. Nuevamente juega con la abstracción que parte de la realidad, utilizando el agua como elemento transformador.
Desde 1988 hasta 1991 viaja por Europa y Estados Unidos y realiza su primer trabajo de paisaje urbano: una serie sobre el Área Metropolitana de Washington.
En 1992 sigue fotografiando las plantas, generalmente en jardines botánicos. Las imágenes son fragmentos de una planta, de una hoja o de una flor y del efecto que sobre ellas produce la luz.
En 1993 comienza a fotografiar las plantas en su estudio, creando naturalezas muertas. Este trabajo es el más amplio y representativo de su obra, en el que continúa experimentando actualmente. Se desarrolla en torno a las transparencias. Hay todo un juego de sugerencias y ambigüedades propiciado por el agua, el cristal y la acción de la luz.
De 2000 a 2005 desarrolla la primera parte de su serie Huellas, son fotografías de lugares abandonados que van muriendo lentamente; un trabajo sobre la acción del hombre en el paisaje, el paso del tiempo, la memoria y la recuperación por la naturaleza de los lugares que el ser humano ha abandonado. El núcleo de este trabajo es el estudio de dos edificios con una arquitectura y un clima muy diferentes, uno situado en el Mar Menor y otro en el Baixo Miño, muy cerca de su desembocadura. donde se puede apreciar cómo condiciona el carácter de las ruinas el lugar geográfico donde se encuentran ubicadas. La diferencia no solo la marca su arquitectura y su historia, sino también la diferente luz y la diferente actuación de la naturaleza sobre las edificaciones.
Con motivo de la celebración en 2005 de la exposición Don Quijote, una nueva mirada, que conmemora el IV centenario de la publicación del Quijote, comienza la serie Bodegones, recreando en blanco y negro la atmósfera de los bodegones del Siglo de Oro, con un medio tan actual como la fotografía.